26 Jul
Entrevista – Arquitecto Leandro García D'Eletto


¿Cómo fue tu acercamiento a la Arquitectura? ¿Ya de chico supiste que te gustaba?

Tengo un tío que es arquitecto y recuerdo que tenía su estudio montado en su casa y solía visitarlo bastante seguido, a él y a mis primos. Me resultaba muy atractivo verlo entre maquetas y dibujos. A mí siempre me gustó dibujar, siempre fui muy curioso e inquieto, disfrutaba armar y desarmar cosas, y era fanático de Mc Gyver. De más adolescente, incursioné un poco en los circuitos eléctricos, y había montado en mi cuarto una especie de boliche y –entre otras cosas- llegué a armar una bola de espejos con una máquina de hielo que tenía mi mamá –corté espejito por espejito e hice funcionar la máquina.
A la hora de decidirme, me gustaba el diseño gráfico y el diseño industrial, pero en ese momento eran carreras muy incipientes, entonces me decidí por la arquitectura porque era entre todas la más completa y por estas inquietudes que siempre había tenido en relación con la construcción.


¿Cuál es tu arquitecto preferido?

Admiro a muchos y por distintas razones. En la facultad pude conocerlos y pude evolucionar en gustos y preferencias. Cuando visité Europa por motivo de unos cursos de verano, me organicé un itinerario para visitar las obras de grandes como Mies van der Rohe, Gaudí, Le Corbusier, Jean Nouvel, Richard Meier, Rem Koolhaas, Herzog & de Meuron, Alvaro Siza, Frank Lloyd Wright. Me gusta mucho la arquitectura latinoamericana, me gusta el tratamiento del color que hacen Barragán y Legorreta, arquitectos mexicanos.

¿Dónde estudiaste? ¿Qué recuerdos tenés de tu tiempo como estudiante?

Estudié en Rosario y tengo recuerdos hermosos de esos tiempos de estudiante. La carrera de arquitectura es una carrera hermosa, si bien es un poco sacrificada porque a veces pasás noches sin dormir porque tenés que terminar proyectos para presentar, pero tiene muchas gratitudes y muchas cosas lindas como contrapartida.

 ¿Cuál fue tu primer trabajo?

Mi primer trabajo fue en Nueva York. Yo estaba en el último año de la facultad y estaba haciendo una pasantía como docente y a través de la titular de la cátedra donde trabajaba supe de la convocatoria y quedé seleccionado. Fue una experiencia increíble en una empresa que se dedica a restaurar edificios y vivir en aquella ciudad fue súper enriquecedor –primera experiencia, otra cultura, otro idioma-, sentía que cada día era una aventura.
Todos los días pensaba a dónde iba a ir, qué lugar nuevo iba a conocer. En esa época no existían las cámaras digitales, te imaginarás la cantidad de rollos que he gastado sacando fotografías.

¿Cómo avanzó todo hacia tener tu propio estudio?

Volver a la Argentina, a Pergamino, en el 2000, 2001, fue todo una decisión, era una época crítica, complicada. Al volver a Pergamino me reencontré con Nacho Hulten, antiguo compañero de secundario y mi actual socio, empezamos a frecuentarnos –él es administrador de empresas y martillero público- y en ese momento él trabajaba en un banco. Empezamos a encontrarnos los fines de semana para a darle forma a una idea que teníamos de esta empresa en común, era un proyecto que implicaba abrirse camino, un punto de inflexión, tirarse a la pileta y dejar –para él- la seguridad de su trabajo en relación de dependencia en el banco.



Esta casa donde estamos -Florida y Moreno- es una casa antigua que hemos remodelado y cada vez que entro me acuerdo que él y yo, junto con algunos amigos, picábamos los revoques, demolíamos las paredes con maza, cortafierros… fue toda una aventura esa época.

¿Cómo está compuesto tu equipo de trabajo ahora?

Algo que descubrí desde los inicios de mi carrera profesional descubrí que no me gusta trabajar solo. Es muy enriquecedor para mí y es una beneficio para nuestros clientes que haya otras miradas, otros criterios y otras formaciones a la hora de proyectar o dirigir una obra, considero que es un valor agregado. Nacho lidera el área de inmobiliaria y yo la de arquitectura. A mí me acompañan Antonela y Samanta, dos colegas arquitectas santafesinas, con quienes comparto el quehacer diario.



Nos reunimos todas las mañanas y conversamos sobre las obras en ejecución y evaluamos entre todos qué decisiones tomar en función del estado de avance de cada proyecto.

De todas las que hiciste, ¿cuál fue tu obra preferida?

No podría decirte que haya una en particular. Dependiendo del proyecto pude haber tenido mayores o menores libertades, pero siempre procuro de que las construcciones hablen de quienes la van a habitar, que tengan algo para decir sobre quienes los habitan. En ese sentido es clave el vínculo que se genera entre el profesional y el cliente, se definen cuestiones muy íntimas que tienen que ver con cómo van a circular, qué quieren ver cuándo entran a su casa.
No hay un cliente que te dice: “hacé lo que vos quieras”, eso no sucede. Detrás de cada elección hay un universo de cosas, hay un gran desafío no sólo en ponerse de acuerdo, sino en guiar y orientar sin invadir ni presionar.

¿Cuál es la filosofía de trabajo y diseño detrás de Concepto?

Uno de los pilares fundamentales de nuestra empresa fue potenciar la construcción desde la actividad inmobiliaria y viceversa, esta es nuestra razón de ser. Durante el transcurso de todos estos años hemos llevado adelante proyectos inmobiliarios desde el lugar de desarrolladores con construcciones pensadas y ejecutadas desde el área de arquitectura y después comercializadas desde el área inmobiliaria.



También muchos clientes necesitan de un asesoramiento extra por fuera de lo comercial a la hora de una compra para saber si pueden construir en altura o qué dice el código de edificación sobre las posibilidades que tienen en mente.

¿Cuál es tu parte preferida y menos preferida de todo el proceso que implica diseñar y construir desde cero?

A mí me genera mucha satisfacción ver cómo se va consolidando una idea en un proyecto, de cómo toma forma lo que tenemos en mente y cómo impacta positivamente en la vida de las personas. Se trata de generar espacios donde las personas viven, circulan, construyen sus recuerdos… eso me da mucha satisfacción, me genera mucha ilusión.
Los espacios tienen ese poder de impactar para bien o para mal y eso influye mucho en la vida de las personas, las construcciones comunican y eso es lo que más me gusta de mi profesión, junto con la trascendencia de las obras, que van a quedar aun cuando ya no esté. Quizás lo que menos me atrae es la parte contable y administrativa – que indefectiblemente es parte de cualquier proyecto- pero no hay nada que una planilla de Excel no pueda resolver.

¿Cuál te parece que es el mayor desafío que enfrentan los profesionales de la construcción en este momento?

Creo que son muchos, pero el mayor es la economía inflacionaria que genera mucha incertidumbre en quienes quieren encarar un proyecto. Hoy pensar a largo plazo es casi imposible porque no se sabe qué va a pasar con la economía.

¿Cuál es tu consejo para alguien que está pensando en construir o hacer una reforma? 

Las construcciones generan mucha ansiedad y movilizan muchas cosas. Es importante, en mi opinión, poder detenerse a soñarla, pensarla… Y no pensar en la casa que quiero que resuelva mi situación actual, sino imaginar a futuro, pensar la casa a diez años por más que no vaya a construir el cien por ciento de la obra, porque eso nos da herramientas que nos permita concebir una obra global que se pueda ejecutar en etapas.



Otro consejo que les digo a mis clientes es nutrirse de muchas imágenes, desde Pinterest hasta revistas, que les pido que compartan conmigo para situarme en cómo conciben los espacios, cuáles son sus gustos y preferencias. Por último, creo que hay asumir la obra como un camino a transitar,  considerar que una obra está llena de imprevistos, que muchas veces no sale todo tal y como queremos y que no siempre lo más barato es lo que conviene. Lo lindo es poder involucrarse, es un trabajo en conjunto.

Para una reforma es clave el asesoramiento de un ingeniero en materia de cuestiones estructurales y un arquitecto que pueda anexar lo que el cliente necesita de una forma armónica y que no parezca un agregado, que pueda dialogar con lo que ya está presente.


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